En Colombia apenas el 14% de los hogares rurales cuenta con servicio de alcantarillado. Los pozos sépticos son la principal opción para manejar las aguas residuales.
En esta entrega de Intellecta les contamos cómo investigadores de Uninorte proponen una solución más ecológica, fácil de implementar, económica y eficiente.
Quien se acerque por los linderos del Parqueadero 12 de la Universidad del Norte verá cinco tanques negros dispuestos en forma escalonada, parecida a una huerta orgánica hippie o de algún experimento de estudiantes de biología.
Tres están “adornados” con plantas y todos se interconectan a través de tubos de PVC.
Se trata, en realidad, de un prototipo para el tratamiento de aguas grises que podría convertirse en una solución barata y eficiente para miles de hogares rurales colombianos.
Andrea Monroy-Licht, profesora del Departamento de Química y Biología de Uninorte e investigadora en el Doctorado en Toxicología Ambiental, es una de las creadoras de este prototipo.
En 2008, cuenta, “en Colombia apenas un 10% de las aguas residuales recibían un adecuado tratamiento. Diversas políticas y esfuerzos a todo nivel lograron que para 2020 esa cifra ascendiera a 48%”.
Ese es un buen logro para los que ven el vaso medio lleno. Pero para los que ven el vaso medio vacío, como ella, significa que el 52% de las aguas que contaminamos los colombianos día tras día, millones de litros, fluyen hacia nuestros ríos, ciénagas, caños o se filtran en el suelo.
Y un problema adicional que no se puede dejar fuera de esta ecuación: “existe una brutal brecha entre las zonas rurales y las ciudades”.
En Atlántico, por ejemplo, un 85% de las zonas urbanas cuentan con sistemas de tratamientos de aguas residuales, pero sólo el 14% de las zonas rurales. Un fenómeno que se replica en todos los departamentos.
Esta realidad o brecha llamó la atención de Andrea Monroy y del profesor e ingeniero Carlos Pacheco Bustos.
Ambos sabían que es imposible resolver este problema únicamente con Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales o PTAR.
Aunque útiles para limpiar agua contaminada, implican una gran inversión en la construcción de obras bastante voluminosas y en la implementación de procesos biológicos y químicos complejos.
Para una población dispersa, como las que habitan zonas rurales de Colombia, las PTAR son simplemente una fantasía.
Por otro lado, los tanques sépticos, cajas de cemento o de concreto, pueden costar unos dos millones de pesos mientras los tanques “Imhoff”, que combinan dos cámaras de tratamiento, rondan los 4 a 5 millones. Ambos casos exceden las posibilidades de miles de campesinos.
La dupla de investigadores concentró la búsqueda de soluciones en sistemas alternativos como los humedales artificiales.
Sabían muy bien que desde hace más de tres décadas se ha experimentado con modelos que incluyen plantas y bacterias que hacen el trabajo de “barrenderos” hasta dejar el agua libre de sustancias contaminantes.
Por ejemplo, en 1997 en Los Ángeles, California, el ecólogo Barry Antonio Costa-Pierce propuso tratar aguas residuales usando sistemas de acuicultura con plantas como jacintos de agua y espinacas de agua china, energía solar y humedales.
El prototipo está conformado por un tanque inicial donde se realiza un primer proceso básico de filtración de un 30% de la materia orgánica.