24 de julio, Día Internacional del Autocuidado

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Grupo de barranquilleras ejercitándose en el Gran Malecón

Este jueves 24 de julio es el Día Internacional del Autocuidado. Más allá de las recomendaciones sobre alimentación, ejercicio o descanso, la conmemoración invita a repensar el autocuidado como un enfoque amplio que atraviesa el bienestar físico, emocional, mental, social y espiritual.

Practicar el autocuidado tiene efectos significativos en la calidad de vida. Ayuda a reducir el estrés, prevenir el agotamiento físico y emocional, fortalecer la autoestima y generar mayor consciencia sobre las propias necesidades.

Además, promueve la prevención de enfermedades, mejora la adherencia a tratamientos en personas con condiciones crónicas y potencia la recuperación en quienes enfrentan situaciones de salud mental como la ansiedad o la depresión, explica Laura Rivera, profesora de la Maestría en Actividad Física y Salud de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

Las cinco dimensiones del autocuidado

Diversas organizaciones han propuesto una clasificación que ayuda a entender mejor esta práctica y aplicarla de forma más consciente en la vida diaria. Estas son las cinco dimensiones clave del autocuidado:

1. Autocuidado físico. Implica el conjunto de acciones destinadas a mantener el bienestar del cuerpo: llevar una alimentación balanceada, practicar actividad física, tener buenos hábitos de higiene, dormir lo suficiente, asistir a controles médicos y evitar el consumo de sustancias nocivas. Una alimentación consciente, el descanso reparador y el ejercicio regular son pilares para una vida saludable.

2. Autocuidado emocional. Se refiere a la capacidad de identificar, expresar y gestionar las emociones de forma adecuada. Incluir momentos de gratitud, establecer límites sanos, reconocer lo que se siente sin juzgarse, buscar espacios de expresión emocional o incluso evitar relaciones que generen daño, son formas concretas de fortalecer esta dimensión.

3. Autocuidado cognitivo. Tiene que ver con la salud mental desde el pensamiento. Estimular las capacidades intelectuales, mantener hábitos de lectura, escribir, aprender cosas nuevas, ejercitar la memoria y desarrollar habilidades como la atención plena o la reflexión crítica son prácticas que favorecen el pensamiento claro y el bienestar mental. También incluye cuidar los pensamientos, especialmente aquellos que afectan la percepción sobre uno mismo o el entorno.

4. Autocuidado social. Implica cultivar vínculos saludables con las personas cercanas: familia, amigos, colegas o comunidad. Establecer límites, fortalecer redes de apoyo, escuchar activamente, pedir ayuda cuando se necesita y construir relaciones basadas en el respeto mutuo y la comunicación son formas efectivas de proteger esta dimensión. La calidad de nuestras relaciones tiene un impacto directo en la salud.

5. Autocuidado espiritual. Se refiere a la conexión con los propios valores, creencias y propósito de vida. No necesariamente está ligado a la religiosidad, sino a la posibilidad de encontrar sentido, calma y bienestar interior. Puede ejercerse a través de prácticas como la meditación, el agradecimiento, la contemplación, la conexión con la naturaleza o la reflexión personal. Esta dimensión es una fuente importante de resiliencia, especialmente en momentos de adversidad.

Fuente: Universidad del Rosario