Soy de los barranquilleros que vio en su primera infancia y niñez los últimos años de esplendor del viejo Mercado Público de la calle 30 y del Mercado de Granos de la calle 28 con carrera 40, en el archipopular sector de El Boliche.
A finales de los 50 y principios de los 60 mi madre nos llevaba semanalmente a mi hermano mayor Daniel (+) y a mi, al Centro y luego caminábamos hacia los dos mercados más populares de la ciudad.
Ni sombre de los supermercados modernos que solo irrumpieron con gran fuerza a finales de los 60 y comienzos de los 70, aunque ya estaban el Mercado de Chiquiquirá y el Mercadito de Boston, administrados por las Empresas Públicas Municipales.
También, el Mercado Abello en la esquina de la carrera 47 con calle 72 (hoy la Olímpica de la 72) a un costado de El Mediterráneo, con servicio a domicilio en triciclos de madera grandes.
Igualmente, desde 1953 desde la apertura de SEARS y al lado del primer almacén por departamentos que tuvo la ciudad, funcionaba Super Rayo, el primer supermerccado con formato americano que abrió aquí.
Allí mismo quedaba la Bolera Colombia de Luis Vergara Palacio, el eterno gerente de la Lotería del Atlántico.
En el Mercado de la 30 mientras mi mamá compraba las frutas y hortalizas a una señora a quien llamaban “la mona”, veía llegar remando a los bogas en sus canoas al caño que besaba la edificación construida en la década de 1880; las embarcaciones traían sus productos del campo muy frescos.
Ese mercado entró en franca decadencia, se volvió incómodo, maloliente, inseguro y descuidado por el Municipio de Barranquilla y en particular por las E.P.M., y fue demolido por el sistema de implosión a mediados de los 80 por la firma “Explotar”, siendo gerente de las Empresas Públicas Jaime Devis Pereira.
El mercado de Granos y el indio Zabaraín
La segunda parada en el Centro era el Mercado de Granos, donde jamás podre olvidar al indio Zabaraín, un guajiro con sobrepeso, tumbado sobre una poltrona y a veces estaba en el piso; aseguraba que todo su conocimiento sobre medicina natural lo aprendió con los indios de la Sierra Nevada.
A Zabaraín me parece estarlo viendo, con su pelo largo desordenado, muleta de madera (le faltaba una pierna) una toalla colgada sobre el cuello y ofreciendo toda clase de hierbas y menjurjes que envolvía en papel periódico.
Tenía de todo
Miel de abejas, aceite de tiburón, jarabe de totumo, manteca de caimán, manteca de león, manteca de tortuga, aceite de culebra, aceite de iguana, aceite de armadillo, sebo de toba o cebo de palo (para la caída del cabello) y cebo de chivo (para las manchas).
También, el indio Zabaraín vendía un combo con 7 plantas, para ‘limpias’ y cosas similares, a las cuales no les voy a dedicar una letra más.
Su local olía a ruda, hierba buena, toronjil, hierba santa, ajenjo, lavanda, manzanilla y árnica (un antibiótico natural para aliviar el dolor).
Hoy sabemos que su bien conocida reputación se la ganó en la década del 50.
De otra parte, también recuerdo que en este sitio vendían ropa usada, lo que en Estados Unidos llaman “ropa de segunda mano”; prendas en excelente estado a muy bien precio. Todavía sobreviven familias haciendo el mismo oficio en el mercado.
El nuevo Mercado de Granos
El inmueble entregado el sábado por el alcalde Alejandro Char se venía restaurando desde su segunda administración (2016-2019) y la continuó su sucesor Jaime Pumarejo (2020-2023).
El plano original es del arquitecto Ángel González Del Real. El edifico tiene una superficie de 1.642 m2, y queda frente a la plaza Ujueta próximo a los canales o mal llamados caños.
En el entorno sobrevive el Edificio Ferrans, que fue propiedad de una familia que a comienzos del Siglo XX tenía una próspera fábrica de baúles norteamericanos.
Ahí está aún el inmueble en aceptables condiciones y a la espera de que algún grupo de inversionistas privados o la misma administración distrital, le interese rescatarlo antes de que se derrumbe.
El Mercado de Granos, el edificio Ferrans, la plaza Ujueta y el caño, evocan la grandeza de aquella Barranquilla pionera.
Se pudiera decir que este mercado fue la semilla de la futura Central de Abastos, inaugurada en 1989.
El Mercado de Granos abrió sus puertas en 1913, un año antes de estallar la Primera Guerra Mundial; es una de las 11 plazas de mercados de la ciudad y hace parte del programa de recuperación, reorganización y construcción de los mercados públicos de Barranquilla.
La pregunta que ahora flota en el ambiente es ¿cuántos vendedores de granos hay de verdad verdad ahora en el remodelado lugar?