La foto de la 76 que desempolvó mis recuerdos

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Por: Jaime Rueda Domínguez
En la calle 76  pasé mi primera infancia, mi niñez, adolescencia y 8 años de casado. Ahí nacieron mis dos hijas. Sí, allí transcurrieron 32 años de mi vida.
 
Antes de que llegara la pisada avasalladora del comercio (las compra venta y cajas de cambio), el smog, el ruido y el caos, que cambió para siempre el paisaje urbanístico de mi cuadra y de toda la vía. Y, por supuesto, todos mis vecinos vendieron y se fueron en fila india.
 
La calle de doble sentido, por donde me iba a pie desde los 10 años, hasta mi colegio (el San José), que se divisa al fondo de esta foto (que comparte conmigo mi hermanita menor Marthica) tomada por mi hermano Daniel. “El coloso azul” demolido para darle a paso a nuevas edificaciones.
 
Confieso que con frecuencia cuando voy en el carro, pudiendo tomar otra ruta, prefiero irme por la 76 solo para pasar por el frente de mi casa y mirarla de reojo; casa convertida hoy en un bodegón comercial.
Cómo olvidar las familias que vivían en mi entorno: los Fama, Correa, Mendoza Torres, Marriaga, DíazGranados Llinás, Peñate, Llinás, Obregón (Donado, Jiménez), Ribaldo Cepeda, Atehortúa Álvarez (cómo recuerdo a Eddy), Pereira, Elcure Sales, Movilla, González Torres, Rodas, Cañavera Jiménez, García Herreros, Sierra Lozada.
 
Todavía recuerdo la tarde que mi amigo “Joche” DíazGranados me llamó y crucé la calle para escuchar en su casa (en el cuarto con aire al lado del garaje)  el último longa play de la Billo’s Caracas Boys, que acababa de comprar el viejo Rami: Billo 72 y 1/2.
 
Todo el disco nos gustó, pero especialmente Corozal y Sincelejo, porro que sabía a lo nuestro.
 
Lo mismo mis primeros bailes de adolescente en la casa de Iván Cañavera, tratando de llevarle el ritmo a Macondo, Carmela linda y Manuelito Barrios, del l.p. de la Billo’s “El pajarillo”. Oh my god, año de 1969.
 
Momentos muy alegres, pero también el más triste de todos, el 25 de septiembre de 1976 cuando fallece mi madre.
 
De la 76 me acuerdo de todo. Cuando era asfaltada, estrecha, muy arborizada y de bordillos bajos.
 
En el 60 la pavimentaron y nació el temible arroyo (gracias a Dios y a Alex Char ya canalizado).
 
Escorrentía que en los primeros años nos atrevíamos a desafiar en medio de los aguaceros.
Mi papá y Carlos Mendoza celebrando cada gol de Colombia en el 4 a 4 contra la URSS, en Arica en el Mundial de Chile 62.
 
Lo mismo cuando mi madre iba donde Vicky Sales para comprarle adornos para la sala de Cerámicas Atlántico.Me parece estar viendo el florero blanco.
 
En la foto reconozco el pino americano que toda la vida estuvo en la puerta de la casa y que producía más mugre que sombra.
No olvido aquella mañana durante el censo de 1966, aprovechando la soledad de la calle nos pusimos a patear bola de trapo y se acercó «el gordo» Orlando Rodas, que vivía en la esquina de la 49B,al lado de los González.
 
De la 76, Manuel, el enano que traía el periódico en bicicleta todas las mañanas. Del señor López (el puya nalga), la tienda El Porvenir (que ya le hice una crónica).
Del camión de Ciledco trayendo la leche a domicilio en botellas de vidrio con tapa de aluminio. Del afilador de tijeras; el caleño que vendía mangos; de los postes de madera de la Telefónica.
Aquella tarde del 18 de diciembre de 1968, cuando se estremeció el sector por la tragedia en la casa de los Verano De la Rosa, en la 49C.
La pizza que le gané en una apuesta a Carmencita Montañez, dueña de la Pizzería Inn (76 con 47 esquina), la noche que el Junior ganó su primera estrella el14 de diciembre del 77.
Horacio Vélez me refrescó cuando iba a la 49 con mi juego de ajedrez, en fin.
 
Cierto Toñito Elcure, cuando pase del todo la pandemia y te des una vuelta por Barranquilla nos sentamos, aunque sea en la cafetería de la Olímpica de la 76, a evocar esos años,  hasta las maldades que le hacíamos a Guillermo Ribaldo o aquella que te refresqué ayer de tu cuñado.