SEARS sigue arraigado en el corazón barranquillero

0
7277
El primer almacén SEARS en Colombia, fue inaugurado en Barranquilla el 5 de marzo de 1953.

POR: JAIME RUEDA DOMINGUEZ 

Sears Roebuck del Caribe hacía parte de la cadena de distribución fundada en los Estados Unidos en 1886 por Richard Warren Sears.

Más adelante se asoció con Alvah Roebuck y conformaron la primera cadena de tiendas por departamentos más grande de la unión americana y se extendió al resto del continente.

La primera tienda fue abierta en Chicago y allí mismo construyó su rascacielos, la icónica Sears Tower.

Sears en el Carnaval del 53 

Sears patrocinó una carroza en el Carnaval de Barranquilla de 1953, antes de abrir la primera tienda en la ciudad y la primera en Colombia, el jueves 5 de marzo a las 10:00 a.m., con unos pendones que decían “grandiosa inauguración”, Sears Roebuck de Colombia S.A.

El Carnaval del 53 se celebró del 14 al 17 de febrero, siendo la soberana, Carolina Manotas (Abuela de Julia Carolina De la Rosa Valiente, Reina del 99).

La Batalla de Flores bajó por la Kra 46 y la carroza de Sears “Alegoría del Progreso” llevaba a la representante del Magdalena, Lilian Sánchez.

La carroza se adjudicó el Premio Ciudad de Barranquilla, otorgado por la Junta Permanente del Carnaval que presidía el alcalde Julio Gerlein Comelín.

Sears ingresó a Colombia por Barranquilla cuando El Porvenir era el último barrio al norte y  las mejores tierras pertenecían a los herederos de don Ángel María Palma Miranda, quien ya había fallecido el 8 de noviembre de 1948.

En el modernísimo almacén se invirtieron 1 millón 750 mil dólares en mercancías, con un área construida de 21.401 m².

Su primer gerente fue el ciudadano americano, James A, Woodruff Jr., y durante la construcción trabajaban 500 personas, entre gerentes de departamentos, vendedores, empleados de oficina pintores, técnicos y, lógicamente, el enjambre de obreros que levantaron la edificación.

El 4 de marzo de 1953, víspera de la apertura, el diario El Heraldo publicó una página con notas y fotos de la fachada del almacén, sus secciones y  los ejecutivos norteamericanos de la cadena.

El artículo trajo los siguientes titulares:

“SEARS abre su primer almacén en Colombia. Otro eslabón de su cadena de almacenes al detal ahora en Barranquilla. Sears ofrecerá un magnífico plan de ventas a plazos con nuevas ventajas”.

Destacaba el publirreportaje que “en amplios espacios, la mercancía rutilante y atractiva ha sido arreglada en medio de artísticos decorados. En secciones contiguas, grupos de dinámicas señoritas -trabajando con entusiasmo- la colocaban sobre mostradores en los cuales podía leerse esta advertencia: “Pintura Fresca”.

También, destacaba El Heraldo que “los edificios donde funcionan los almacenes de la Corporación Sears, tienen una especial particularidad en sus construcciones. Modernos y equipados con los últimos adelantos para facilitar el movimiento de sus visitantes.

Este edificio, además de ser una construcción sólida, sencilla pero imponente, ofrece un espectáculo arquitectónico comercial de primer orden.

En la parte de abajo de este mosaico, se pueden apreciar tres vistas de los salones de ventas, donde en forma ordenada se exhiben los artículos que Sears ofrece a la venta y donde los clientes pueden examinarlos con toda confianza.

“Todas las Divisiones de Ventas del almacén Sears son elegantes y ofrecen un magnífico panorama a los clientes”.

Referente urbano de una Barranquilla vanguardista 

Desde ese momento y por casi 40 años fue un referente urbano. La gente decía, “frente a Sears, cerca a Sears, diagonal a Sears, al lado de Sears, por el parqueadero de Sears, o a tantas cuadras de Sears”.

El innovador formato quedaba en la esquina de la calle Caracas con Olaya Herrera (calle 53 con Kra 46), y era lejos, símbolo de elegancia y confort en un solo lugar.

Hoy ocupa el terreno el Centro Comercial El Portal del Prado. Sears  estaba diagonal a la nueva Catedral que empezaba a construirse en los 50, y a un costado de la manzana de Las Quintas (Plaza de La Paz) y del Salón Veracruz (Torres de Nelmar).

En el lote estaban repartidos por igual, el almacén y el amplísimo parqueadero estilo americano.

Su lema: “Su completa satisfacción o la devolución de su dinero”, no era letra muerta.

Nadie más en Barranquilla, hasta la fecha, retorna su dinero a quien devuelva una  mercancía. Una política comercial estadounidense que Sears practicaba en Barranquilla.

Confirmando que la modernidad entró a Colombia por Barranquilla, Sears fue el primer centro comercial en tener escaleras eléctricas en el país, toda una novedad y atracción. Las familias llevaban a sus niños a que “jugaran” en las escaleras. El almacén lo permitía porque representaba ventas. No había otro sitio tan climatizado.

Tenía el parqueadero a cielo abierto más grande de la ciudad y más grande que el mismo almacén. Muchos barranquilleros aprendieron a manejar allí.

Esto es  muy común en los ‘malles’ de los EEUU., donde un  área generosa de estacionamiento supera con creces a las instalaciones físicas del negocio.

Sears tenía helipuerto sobre el techo de cemento. La temporada de fin de año comenzaba  el primero de diciembre con Juguetelandia, trayendo a Santa Claus en helicóptero.

Precisamente en la temporada navideña vinculaba muchos jóvenes, bien presentados y estudiantes en vacaciones. Así, reforzaban  la atención al cliente durante el  fin de año.

El almacén era famoso por su cafetería fuera, donde siempre había una agradable brisa, frente al acceso al parqueadero por la 53. Preparaban mini perros calientes con solo mostaza y salsa de tomate.

Por las redes sociales se ha conocido un aviso de prensa el día de la apertura el jueves  5 de marzo de 1953, con el primer gran almacén por departamentos de Colombia.  En Sears era normal una rica oferta de productos importados de Estados Unidos, como hace hoy Price Smart.

El gigantesco local tenía acceso a Súper Rayo, por la Kra 46, el primer supermarket de lujo, intercomunicado con el almacén por la sección deportiva. Sin duda, el primer supermercado de corte americano que tuvo la ciudad.

Era muy similar a como se comunicaba hasta hace pocos años el Hotel Movich con Carulla de la 51B, supermercado trasladado a Mall Plaza Buenavista.

En 1958 le anexaron la estación de servicios.

Por años, los juegos de alcoba y de comedor los fabricó  Muebles Barranquilla de Jaime Argüello.

Las sillas de descanso de aluminio, las suministraba Muebles Metálicos California de Ricardo Rosales Zambrano.

A principios de los 80 hacían concurso de bebés “gateadores”.

Sears fue también pionero en emitir en Colombia tarjetas de crédito plastificadas. Se  podía comprar en efectivo, pero también a través del SRC (Sistema Rotatorio de Crédito). Igualmente, con  bonos”, una forma de crédito donde luego de aprobado se entregaban talonarios con cupones para que el cliente comprara.

Cuando el almacén comenzó en el 53 en el lenguaje comercial no se empleaba el término “crédito”. La cadena en Barranquilla ofrecía un “Plan de Pagos Fáciles”. El cliente debía comprar una mercancía por un valor no inferior a $100 (cien pesos) y le daban 15 meses para pagarla.

Su confitería  era famosa, lo mismo el maní recién tostado con cáscara, almendras con chocolate, crispetas exquisitas y gomas americanas en forma de frutas que no se conseguían en ningún otro sitio.

Todos los empleados usaban corbata.

Este inolvidable almacén tenia seis puertas de entrada y salida. Las que miraban para el parqueadero tenían doble puerta con cajón de aire,  para que no se escapara el aire acondicionado. Había acceso por la 46, la calle 53 y por el parqueadero.

La mercancía no tenía chip de seguridad y no se mostrada el tiquete de compras al salir, tan común ahora.

Tampoco había vigilantes para los vehículos; nadie se acercaba a decir “bien cuidado”.

Antes de ser vendido al Grupo Olímpica en 1987, en un pedazo del parqueadero que miraba hacia la Kra 50, el capitán Visbal hizo en 1976 y durante varios carnavales la caseta La Saporrita.

Allí hubo un “mano a mano” Billo Vs Pacho Galán en junio de 1978.

En ese mismo parqueadero Fenalco organizó el Primer Festihogar a comienzos de los 80 y eventualmente allí llegaba la Ciudad de Hierro.

En el mismo lote por la calle 53 y antes de la Cra 50 estaba la casa de la familia Bellingrodt Wolf.

De noche se jugaba bola de trapo en el inmenso parqueadero.

Los barranquilleros con buena memoria deben recordar el inconfundible olor a maní tostado que se percibía antes de llegar a la sección de dulces y confites. (Algo así como pasa ahora con Mr. Bono, que inunda el ambiente con su olor a queso en muchos centros comerciales).

Cuando estuvo de gerente Mr. Havilland era común enganchar empleados part time, laborando por horas o medio tiempo.

Otros, evocan la acera peatonal del parqueadero donde se acomodaban los artesanos de manillas y collares.

Nuestros dilectos amigos, Raúl Renowitzky, Reinaldo Terraza e Hisnardo Pinilla, aportan  más anécdotas, ya que tuvieron relación directa con Sears.

Terraza trabajó 20 años allí. “El almacén cerraba a las 12.00 del mediodía y abría de 2:00 a 7:00 p.m. Los viernes hasta las 9:00 p.m. Y no laborábamos los domingos. En la semanal teníamos un día libre y descansábamos 15 minutos en la mañana y 15 en la tarde.

El Pini recuerda: “Reinaldo Terraza atendía la división 57 de sonido y televisión y era muy buen vendedor”.

Reinaldo Terraza desempolva otro recuerdo…´El sr. Wilian Mebarak (el papá de Shakira) trabajaba en la joyería de Sears y a ella le gustaba jugar en las escaleras eléctricas. Pedía que le probaran los diferentes equipos de sonido´.

También, Jorge Rivera, vecino del almacén, nos recordó la famosa tarjeta de crédito SRC, de las pioneras en el mercado nacional. Con Jorge estudié Comunicación Social en la Universidad Autónoma del Caribe y reside en los Estaos Unidos.

Orlando José Marchena recuerda que al fondo del parqueadero por la Kra 50,  se hicieron los primeros conciertos de rock criollo. Uno de los grupos era Los colores del tiempo de los hermanos Visbal.

Clara Zenit Rodríguez Romero, deja su testimonio en una red social: “Qué nostalgia. Tuve la oportunidad de trabajar en este gran almacén. Lo gerenciaba un gringo, Mr. Forbes y la jefe de personal la señora Rosa Ramírez. Al lado estaba Súper Rayo, su gerente era el señor Colmenares. Guardo muchos recuerdos de los ‘Lunes Familiares y los Viernes de Sears’, que trabajábamos hasta las 9 de la noche”.

Miguel Correales se acuerda que Sears fue “el primero que hizo desfiles de ropa interior, con unas modelos muy hermosas”.

Artur Benedetti se acuerda que en el parqueadero se presentaron los chinos que trajo Coca Cola para las competencias de YoYo.

Aidee Cecilia Velasco evoca que “en los años 80 hacían anualmente el concurso del rostro más lindo de Barranquilla”.

Favio Garavito Verdeza relata que “mi papá tenía la Óptica en Sears. Garavito e Hijos Ltda. Bellas épocas”.

Elvia Barrios recuerda que hace más de 40 años compró  un pañal “siempre seco, tan buenos que cuando nació su segunda hija todavía estaba intacto”.

Manuel Fernando Álvarez Gutiérrez se acuerda de un chiste de la época, “En qué se parecen un ratón y el Sears. En que el ratón roe libros y el Sears, Roebucks”.

Beatriz Cortissoz de Mendoza escribe en Facebook:

“Cuando yo era niña el mejor programa era ir a Sears. El olor cuando entrábamos. Mi papá que era diabético, compraba su bolsita de maní español recién hecho, calientico, con la piel marrón tostadita, que nos encantaba. Subir y bajar las escaleras eléctricas como locos, qué divertido. Hasta que alguien nos regañaba. Las peceras con los pescaditos tropicales de colores. Hubiéramos podido pasar horas mirando las bailarinas anaranjadas, y al final, cuando nos íbamos, los conos de chorro, diferentes a todos los helados de Barranquilla. Qué poco necesitábamos para estar felices”.

A la mente de Empe Reina sube el olor inconfundible del almacén.

Otros barranquileros recuerdan que el parqueadero de Sears era tan grande, que se podían hacer carreras de Karts, como lo ilustra una gráfica del 13 de marzo de 1961 que circula en las redes.

Inolvidable, el “reflejo condicionado” cuando faltando 15 minutos para cerrar el almacén a las 5.45 de la tarde sonaba por los altavoces una tonadilla y una voz insinuaba muy sutilmente que era hora suspender las compras y a correr a las cajas a pagar.

Lo que compramos en SEARS 

Mi padre fue cliente Uno A de Sears. Que recuerde, allá compró dos veces el juego de alcoba matrimonial (hecho en Muebles Barranquilla de Jaime Arguello); una nevera General Electric que duró toda la vida; una estufa eléctrica Haceb que usamos hasta que llegó el gas; una radiola Philips;  el primer televisor marcha Sharp; el primer equipo de sonido stéreo marca New Yorker,; las camas de los cuatro hermanos; una biblioteca metálica, dos buzos de portero, un balón de fútbol; termos; cafeteras; sillas de descanso metálicas;  tapetes y alfombras; juego de ollas de cocina; vajillas; electrodomésticos menores (planchas, licuadoras, etc). Mi madre me regaló de grado de bachiller un maletín negro de cuero que llevé a Bogotá en 1972 cuando me fui a estudiar. En SEARS compré mis primeros discos de la Billo’s Caracas Boys sello Bambuco; un bar decorativo de madera, mancornas y pisa corbatas; sillas metálicas para el Romelio Martínez  y los anillos  de matrimonio en 1979 que costaron $12.000

Esta crónica la publicamos inicialmente el 3 de junio de 2017 en nuestro Facebook empresarial y social, y fue enriquecida con 65 comentarios.

Sears, el abuelo del retail, salió de Colombia en 1987.

En Facebook había un video compartido por la familia Amashta, grabado en el primer piso de SEARS a mediados de los 50, subido por “Miller Filmaciones antiguas”. La cámara hace un paneo por el almacén.

Aunque las imágenes son difusas, nosotros que lo recorrimos muchas veces, reconocemos las escaleras eléctricas; las columnas rectangulares; incontables lámparas que le daban gran claridad a las instalaciones; lámparas que cuelgan del techo; el pasillo central que daba a las puertas de acceso desde el parqueadero a la derecha; un empleado con corbata; la sección de muebles con un gran espejo de pared; quinqués para la sala; los mostradores de vidrio; un caballero de saco y corbata y otro de corbatín; maniquíes luciendo prendas de hombres y mujeres; las cajas registradoras de algunas secciones; vajillas en el módulo de hogar; una balanza antigua; tarros de vidrio para la cocina; damas de falda larga; mujeres luciendo blusas muy recatadas; estudiantes en uniforme; la joyería y muchos clientes comprando.

Jaime Rueda Domínguez