Anécdotas sueltas del Muelle de Puerto Colombia

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POR: JAIME RUEDA DOMINGUEZ
Cuando el ingeniero cubano, Francisco Javier Cisneros, construye el Muelle de Puerto Colombia en 1888, Barranquilla pertenecía al Estado Soberano de Bolívar, que existía desde 1863.
 
Recordemos que el Departamento del Atlántico nace 17 años después en 1905, conformado por las Provincias de Sabanalarga y Barranquilla.
La documentación y registros de todos los inmigrantes que ingresaron al país durante ese lapso por el muelle porteño, reposaron por mucho tiempo en Cartagena.
 
Nuestras investigaciones periodísticas, nos permiten asegurar que todo ese legajo está en Bogotá en el Archivo General de la Nación.
Entre Barranquilla y Puerto Colombia no existía comunicación terrestre, ya que la la carretera solo vino a ser construida en 1931, por el gobernado del Atlántico Juan B. Fernández Ortega, uno de los tres fundadores del diario El Heraldo; entre otras cosas, porteño.
 
El Muelle funcionó como el terminal marítimo de Barranquilla entre 1893 y 1936, cuando se abre el canal de Bocas de Ceniza y se sumerge en el olvido la obra de Cisneros y el vecino puerto natural.
Después del 36 vinieron años muy tristes para Puerto, porque en julio de 1940 se suspende el Ferrocarril de Bolívar que viajaba entre la Estación Montoya en Barranquilla y se adentraba en el mismísimo brazo de cemento, y luego, la estocada en octubre de 1943 al desinstalarse los rieles.
 
Según la Fundación Puerto Colombia, por el Muelle ingresaron alrededor de 4 mil extranjeros.
 
A libaneses y sirios, comenzamos a llamarlos “turcos”, porque estos inmigrantes, antes de llegar a América, tenían como último puerto de embarque a Turquía, como lo atestiguaban sus pasaportes.
Es más, como sus apellidos era ininteligibles para las autoridades colombianas que los recibían, optaron por “españolizarlos”, y así, los Monré se convirtieron en Morán y los Salah en Sales, entre tantos.
En lo personal, creemos haber conocido los últimos vestigios de Isla Verde, que el historiador porteño Elkin Alberto Núñez Cabarcas describe como “un brazo peninsular que protegió por muchos años la bahía de Sabanilla, cuyas orillas costeras localizadas entre Salgar y Puerto Colombia eran las más plácidas y tranquilas de la costa norte colombiana”.
Estuvimos en Puerto Colombia el 21 de junio de 1962, acompañando a mi tío Luis Rueda García, que había llegado de Bucaramanga y mi padre lo llevó a conocer Pradomar y a caminar el muelle hasta la caseta de la Aduana.
Recuerdo que a mitad de camino había una escalera de piedra por donde los turistas bajaban hasta una franja de tierra, entre el mar y la parte continental, donde la gente se bañaba. Era lo último que quedaba de Isla Verde, después cubierta por el mar para siempre.